A veces nos complicamos la vida con simples cosas, con cosas
que no tienen importancia al ojo de quien no lo sufre, al ojo del inocente.
Para nosotros son grandes dilemas, grandes problemas a los cuales les
intentamos buscar grandes soluciones y nos podemos llegar a deprimir al máximo
si no encontramos la manera de salir al momento o incluso si no sale como hemos
deseado.
Recuerdo cuando iba al instituto y esa sensación de querer
hacerlo bien con tus amigos todo el tiempo, de no querer defraudar a un supuesto
líder de grupo, de querer quedar siempre bien con todos, no fallar, vestir de
aquella forma que les impresionase a todos y que por supuesto fuera acorde con
los gustos de tu gente, aunque no queramos admitirlo, en esas edades lo hacemos
casi todo por compromiso, por no fallar, aunque lo que más te apetezca es
quedarte en casa tirado en el sofá, te veías casi en la obligación moral de
acompañar a Menganita a por gusanitos, no vaya a ser que le digas que no y
después se entere de que solo estabas tumbada entre cojines.
Poco a poco éste tipo de cosas van desapareciendo (gracias a
dios) pasas de cursos, llegas a bachiller y casi siempre lo que más te importa
en ésta época, es conseguir la nota necesaria.
Llegas a la universidad y de repente todo cambia, el primer
año echas de menos tus costumbres, tu instituto, las rutinas…todo, pero después
te das cuenta de que eres más tú, te juntas con gente que no conoces y te
muestras tal cual (y si no quieres acompañar a Petri a por gusanitos, no pasa
nada, Petri no se lo va a tomar a mal). Entonces pasa, te das cuenta de todas
aquellas tonterías que te preocupaban cuando ibas al instituto, te das cuenta
de lo que sufriste por Juanito y resulta que ahora no te importa nada (de hecho
hasta casi te arrepientes, por tonta!) y es entonces cuando empiezas a valorar
lo que realmente vale la pena, lo que te gusta de verdad y te hace sentir tu
misma, sin complicaciones, sin malas caras, simplemente eres tú!!!! y esa es
una de las mejores sensaciones del mundo!
Pero no, no nos creamos que todo el monte es orégano, los
problemas siguen surgiendo. El ser humano vive gracias a los problemas y nos
mantenemos despiertos gracias a ellos, nos dan la chispa necesaria
para activar nuestra mente, encontrar soluciones es la mecánica de la vida,
algunos requieren más esfuerzo, otros pasan inadvertidos y otros los
solucionamos si sabemos mirar en la dirección adecuada, pero nunca, nunca los
debemos obviar, pues una vida sin problemas está vacia. Podemos compararlo con aquello
de estimulo-respuesta, los problemas no son malos…simplemente nos permiten
seguir viviendo, solo hay que saber llevarlos y no esforzarse demasiado en
aquellos que no lo merecen. Todos podemos bailar bajo la lluvia y todos necesitamos desconectar por un momento y sentirnos libres.
Yo intento enfrentarme a ellos, algunos no los quiero ni ver
y me dan mucho miedo que me pillen por sorpresa y por detrás, pero cuando
llegan, tenemos que intentar ser nosotros mismos, hacer lo que nos salga del
corazón, hacer aquello con lo que realmente vamos a estar a gusto, por mucho
que le pese a los demás, como bien leí hace poco ``Hagas lo que hagas te van a
criticar, así que, haz lo que te dé la gana´´.
Un beso y al toro…por los cuernos!